miércoles, 30 de agosto de 2017

XXVI

vivo en una profunda incertidumbre que me está matando poco a poco, como hacen todas. ¿qué tiene esta de distinto, qué tiene que hace que sienta la necesidad de tomar la libreta y escribir estas líneas que en el futuro me proporcionarán alivio y horror a partes iguales? ¿qué tiene, pues? al fin y al cabo, nada podemos asegurar, lo que hace de nuestra vida y de todo cuanto surge y penetra a través de ella una continua incertidumbre. no será entonces la falta de certeza lo que me agita. no. de hecho, creo que de lo que duelo es de una aguda angustia que se manifiesta como gélidos alfileres que intentan hacerse camino desde mis entrañas hacia el exterior. es la angustia de la impotencia. silencio.


domingo, 23 de julio de 2017

XXV

a veces, cuando no son completamente descabellados, mis sueños pueden llegar a parecerme premoniciones bastante fidedignas, especialmente cuando versan acerca de calamidades que me esperan en un futuro próximo.
esta noche me ha vuelto a ocurrir. lo cierto es que llevo una temporada bastante tumultuosa donde una angustia fina pero extremadamente penetrante me ha ido calando fuerte hasta aposentarse en las profundidades de mi alma. a día de hoy eso ya no me parece ni problemático ni terrible, pues el tiempo ha cumplido diligentemente su cometido y ha tornado esa angustia en costumbre. sin embargo, todavía me asaltan, a veces, arrebatos espontáneos en los que debo poner mi empeño y dedicación silenciosos para que no me venza la profunda desesperación.
he pensado mucho sobre cuales pueden ser las causas y motivos que me arrastran y me acercan estas acometidas que violentan mis sentimientos. es en esos momentos en los que aquello de que "el mundo es en su esencia dolor" cobra un sentido más verdadero y puro. peor por muy intensos y extremos que puedan llegar a ser esos sentimientos, no puedo encontrarle ninguna explicación objetiva a esto que me ocurre; y no es que pretenda explicar o entender porqué no soy feliz o porqué no sé si mi pasión es pura e intensa o inexistente y fantasiosa. solo soy capaz de entregarme unas cuantas deducciones subjetivas que parecen más una suerte de consuelo que una explicación satisfactoria y lógica.
es aquí dónde habito a día de hoy, incómodo y angustiado, varado en una orilla y oliendo el hedor de mi propio dolor. por ese motivo encuentro de capital importancia esos sueños en los que, al despertar, me siento oráculo de mi propia desdicha, puesto que por mucho que me duela, son como una especie de marea que sube y me permite desencallar para ir en búsqueda de nuevas costas.

jueves, 1 de diciembre de 2016

XXIV

Yo pertenezco a la tierra de la devastación del amor y de la vida, donde el sol es oscuro y el cielo plañidero.
Soy príncipe de la estirpe de los hombres sin valor, los olvidados, sin esperanzas ni sueños. Hipersensibles son mis sentimientos que me afligen y me deleitan en igual extremo.
Soy de aquellos artistas severos con su propia persona, tirano conocedor de mi falta de genio y de musas y, aun así, condenado a (re)crearme en mi mediocre talento.
Soy taciturno y silencioso, paciente como el invierno cuando el verde del mundo empieza a florecer; sereno ante mis demonios y deshonesto conmigo mismo.
Soy el rey abandonado, el poeta incomprendido y el amante no deseado; la pena en el corazón de las personas, la incomprensión en la razón de los necios; soy la garganta sedienta que halla un riachuelo de agua fresca, la concentración de todos los orgasmos de todos cuanto han gozado alguna vez.
Soy mi propia muerte y mi propia vida sublimadas en un universo que cargo sobre mis hombros.
Soy la dulce risa de una joven hermosa, la piel arrugada por la vejez; el intelecto que se escapa.
Soy un anhelo que nadie jamás tuvo, un suspiro.


Y nadie he hallado aun que entienda esta mierda. En fin, feliz jueves.

miércoles, 26 de octubre de 2016

XXIII

Andaba removiendo un poco en mis libretas y me he encontrado estas palabras que escribí hace un tiempo ya. Espero que no les duela mucho leerlo.

Escribí poemas,
pequeñas estrofas
que nadie leyó
y nadie leerá jamás.
Me siento por ello
afortunado, anónimo;
sin ganas, ni ánimo.
Describo con torpeza
lo que me parece bello
y cuento los días
que pasan sin más
por momentos de ensueño.
Borracho soy,
y así me encuentro.
Borracho estoy,
pero disculpe,
porque no lo siento.


martes, 18 de octubre de 2016

XXII

No me puedo negar, ni negarme, a ser un punto solo e independiente en este mundo despiadado y despintado, entre la gente gris y confundida que agazapada y brumosa rebosa alegrías y felicidad fingida. Pago en silencio el precio de mi idiosincrasia dado que así me lo propuse, pues fueron el cielo y no las estrellas, las montañas grandes y precoces, el breve y cálido suspiro silencioso que jamás fue, la amazona de la noche y demás recuerdos que apenas alcanzo ya a evocar quienes terminaron, de una u otra forma, una y otra vez, con mi precipitada vida. En mis ojos se amontonan los óbolos y a mi alrededor el vacío; como Asterión yerro por un palacio infinito que me tiene preso, y como el dragón guardo receloso un tesoro del que no dispongo. Y, aun así, aguardo con desasosiego, como ambos hacen íntimamente, la visita de un nuevo anónimo, de una nueva heroína, cualquiera, que con su amor venga a ofrecerme dulce muerte.

viernes, 7 de octubre de 2016

XXI

Salimos del bar riéndonos distendidamente. Nos conocíamos de hacía ya tiempo, cinco o seis años, pero en aquel momento éramos como completos desconocidos. Por mi cuerpo subían y bajaban entremezclados distintos sentimientos que se me antojaban ya olvidados. Ella me miraba y sus ojos caían cansados a causa de las cervezas que ya habíamos tomado. Su rostro era radiante e iluminaba el camino, el mundo entero; entonces, para mí, nada más existía: sus ojos verdes, sus labios apretándose dulcemente alrededor del cigarro, sus gestos inconscientes, la noche fluctuando en su melena… el universo entero se centraba en ella, y a su alrededor yo orbitaba. Caminamos sin rumbo por calles anónimas, de bar en bar, de cerveza en cerveza, entre vasos y besos, y cigarros olvidados en ceniceros de terrazas. El tiempo discurría, pero no importaba. La noche era nuestra. 

Acabamos borrachos y felices en la cama. Follamos y después compartimos un cigarro. Recorrí con la mirada todos los detalles de su cuerpo y terminé perdiéndome en aquellos ojos verdes que eran como dos luceros que amanecían en la tiniebla que era mi ser. Nos besamos y fuimos a dormir. Yo me quedé unos minutos más despierto viendo como el sol empezaba a romper la serenidad de aquella noche inagotable. En aquel momento recuerdo que me sentí realmente uno con todo: amaba, no solo a ella, sino a mí mismo y a todo cuánto existía; yo era uno con el universo. No trascendí la existencia, ni alcancé ninguna suerte de conocimiento superior, ni me convertí en un buda, ni comprendí la metáfora de dios. Fue un instante preciso, breve como un suspiro, en el que experimenté el verdadero ejercicio del amor más allá de toda contingencia. Retuve cuánto pude y pronto caí rendido, esperando despertar acompañado y con poca resaca. 

lunes, 28 de marzo de 2016

XX

Y abrazado a su vientre es dónde yo encontré el verdadero milagro: no había ni dioses ni sacerdotes, ni casposas liturgias. No había consagraciones, ni redenciones, ni bendiciones; nada. Había tan solo su carne y su piel, su extensa suavidad confrontada a la severidad de la mía. Allí, bajo el cobijo de sus pechos, me ocurrió la verdadera paz. Cerré los ojos y la abracé con fuerza. Ya no me importaba morir, o vivir así para siempre, si acaso ambas cosas no son la misma. Había dejado atrás el dolor y en mí sólo había gozo, lo había trascendido todo. Abrazado a su vientre desnudo, una mañana cualquiera, es dónde yo me convertí en un pequeño buda.