martes, 18 de octubre de 2016

XXII

No me puedo negar, ni negarme, a ser un punto solo e independiente en este mundo despiadado y despintado, entre la gente gris y confundida que agazapada y brumosa rebosa alegrías y felicidad fingida. Pago en silencio el precio de mi idiosincrasia dado que así me lo propuse, pues fueron el cielo y no las estrellas, las montañas grandes y precoces, el breve y cálido suspiro silencioso que jamás fue, la amazona de la noche y demás recuerdos que apenas alcanzo ya a evocar quienes terminaron, de una u otra forma, una y otra vez, con mi precipitada vida. En mis ojos se amontonan los óbolos y a mi alrededor el vacío; como Asterión yerro por un palacio infinito que me tiene preso, y como el dragón guardo receloso un tesoro del que no dispongo. Y, aun así, aguardo con desasosiego, como ambos hacen íntimamente, la visita de un nuevo anónimo, de una nueva heroína, cualquiera, que con su amor venga a ofrecerme dulce muerte.

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