La mañana
La mañana es sin duda el momento más bello de toda la jornada. Ni la pasión del día, ni el misticismo de la noche pueden superar el milagro de la aurora. Claro que para ello se requiere de un cierto esfuerzo y dormir es mucho más cómodo. Pues duerman, y déjenme a mí el silencio de las mañanas para mi caprichosa contemplación, las calles vacías, los reflejos del sol temprano que tiñe con violetas y naranjas el cielo y las nubes. Déjenme para mí, los colores vivos que despiertan y renacen de la tiniebla de la noche, el aroma a café, o a mar y arena que me trae la brisa suave. Déjenme que sea el soñador de mis mañanas y sigan durmiendo.
Que tenga usted un buen día.
viernes, 31 de julio de 2015
jueves, 30 de julio de 2015
VIII
La celda (I)
Siempre adviene la fatalidad. Da igual el tiempo que pase,
al final siempre descubren el pecado en mí. No hablo aquí de dioses, ni de
morales; no hablo de faltas. No se trata de eso. Se trata más bien de una
carencia o de una voluptuosidad primordial que tarde o temprano siempre
aterroriza a quién, en algún momento, me tuvo cierta simpatía o cierto afecto.
Incluso aquellos que jamás mostraron estos sentimientos hacia mi persona, sino
más bien los opuestos, o peor aún, los
más indiferentes, también concluyen por descubrir mi más íntimo atributo.
Eso, y mi deseo por no causar molestias, me han llevado a
viajar mucho. Diría que por todos los caminos he cruzado y que en todas las
ciudades y pueblos he vivido. Pero no estoy seguro. A día de hoy no tengo ya
recuerdos ciertos, si acaso algún recuerdo es verdaderamente fiel al hecho que
evoca. Mi memoria es una argamasa de distintos afectos, de distintas pasiones y
distintos temples que conforman así todas las imágenes y todos los sonidos que
se proyectan en mi cabeza. Los olores, los sabores y las texturas me son más
difíciles de construir. Toda asociación que pueda surgirme de un recuerdo no es
más que puro artificio.
Un detalle se me ha
pasado por alto: yo vivo en una celda. No conozco quién me trajo aquí, ni los
hechos que motivaron mi reclusión. Desconozco también cuánto tiempo llevo encerrado.
Es posible que siempre haya existido en este punto incierto, rodeado por la
oscura pared circular; tan posible como que jamás pueda salir de aquí. No
siento hambre, ni sed, ni sueño, ni pretensiones de una muerte redentora.
Comprenderéis que para mí el tiempo carezca de cualquier valor.
La oscuridad de mi
celda es prácticamente total. Sobre el perímetro de la superficie circular, un
único muro se eleva hacia la tiniebla más insondable y me encierra entre sus
fauces. En él sólo hay dispuestas siete minúsculas oberturas, pequeños agujeros
de los que he aprendido todo cuánto sé. Con forzosa paciencia he aprendido a
distinguirlos por las leves diferencias de sus brillos y los irrisorios matices
de color que varían de una a otra. A veces me gusta jugar a pensar que son
puertas secretas y que los agujeros son el antojo de una cerradura por la que
me asomo. Ésta, tal vez, es mi esperanza más íntima, el último resquicio de
humanidad que logro encontrar en mí: saberme capaz de escapar.
martes, 28 de julio de 2015
VII
Pequeñas pasiones marchitas
Toda mi vida se mueve hoy en torno a mis pequeñas pasiones.
Ese es mi centro de gravedad, mi sol, aquello que conforma y dota de cierto
peso a esta existencia tan tonta. Entiendo así mi fina sensibilidad hacia lo
que se me antoja como bello, mi amor pasajero y no correspondido por aquellas
mujeres, mi soledad, antes fortaleza, hoy un páramo de noches frescas y
despejadas; el gusto por plasmar con poca gracia palabras sobre un papel, las miradas perdidas, el disimulo y el decoro
por hacerme ver que esto no está bien…
Pero mi pasión más secreta, más poderosa y odiada, tal vez
sea mi esperanza de que todas esas luces que voy encendiendo, que tanto alumbran
y tanto descubren, se apaguen de una vez por todas; tal vez sea mi esperanza de
que todo esto algún día pasará y que albergaré
otras pretensiones u otros deseos, o bien habré aprendido a ignorarlos.
En el fondo, estas pasiones marchitas me pesan levemente.
lunes, 27 de julio de 2015
VI
Correspondencia
Intento mantener con cierta regularidad una difícil correspondencia conmigo mismo. Me escribo sobre aquello relevante que me va sucediendo, y sobre las vicisitudes más triviales que se me repiten en los días que llegan y pasan. Es una actividad caprichosa e inútil, lo sé. Pero, ¿para quién sino iba a escribir?
Sin ir más lejos, hoy he recibido un mensaje en el que se me pregunta si acaso es un destello de amor aquello que yo sentía tan intruso. En tal caso, por favor, aconséjame, decía. Parece que será una larga tarde.
Intento mantener con cierta regularidad una difícil correspondencia conmigo mismo. Me escribo sobre aquello relevante que me va sucediendo, y sobre las vicisitudes más triviales que se me repiten en los días que llegan y pasan. Es una actividad caprichosa e inútil, lo sé. Pero, ¿para quién sino iba a escribir?
Sin ir más lejos, hoy he recibido un mensaje en el que se me pregunta si acaso es un destello de amor aquello que yo sentía tan intruso. En tal caso, por favor, aconséjame, decía. Parece que será una larga tarde.
domingo, 26 de julio de 2015
V
El papel
Soñé con un trozo de papel que cabía en la palma de mi mano. Empecé a escribir y ahí pude grabar todas las palabras que quise y aun quedaba sitio para más. Escribí más y todavía no logré completar el papel.Escribí y escribí. Lo hice hasta que todas las palabras fueron escritas, pero siempre había sitio para más. Todas las palabras, escritas infinitas veces no eran suficiente. Durante el sueño pasaron los días, los años y los siglos, y yo empecé a inventar palabras. Así fueron escritas infinitas palabras, infinitas veces.Tampoco fueron suficientes.
Soñé con un trozo de papel que cabía en la palma de mi mano. Empecé a escribir y ahí pude grabar todas las palabras que quise y aun quedaba sitio para más. Escribí más y todavía no logré completar el papel.Escribí y escribí. Lo hice hasta que todas las palabras fueron escritas, pero siempre había sitio para más. Todas las palabras, escritas infinitas veces no eran suficiente. Durante el sueño pasaron los días, los años y los siglos, y yo empecé a inventar palabras. Así fueron escritas infinitas palabras, infinitas veces.Tampoco fueron suficientes.
miércoles, 22 de julio de 2015
IV
Convergencia
Siempre he tenido la íntima intuición de que lo colosalmente grande y lo ínfimamente pequeño convergen en el mismo punto: el infinito. La idea de segmento como tal, la línea que empieza y termina sólo es una comodidad, una licencia que nos permitimos para poder poner los cierres pertinentes y aliviar así la angustia que genera el sinsentido de la vida.
Siempre he tenido la íntima intuición de que lo colosalmente grande y lo ínfimamente pequeño convergen en el mismo punto: el infinito. La idea de segmento como tal, la línea que empieza y termina sólo es una comodidad, una licencia que nos permitimos para poder poner los cierres pertinentes y aliviar así la angustia que genera el sinsentido de la vida.
viernes, 17 de julio de 2015
III
Un guiño
Me he precipitado en un instante sumamente efímero en el ocaso de tus ojos. Maldita, me embrujas: ¡Que esa noche clandestina y perenne venga a mí, sin melancolías ni tristezas! ¡Que ese cielo estrellado que tu gobiernas cubra todos mis momentos, y si tu alegría no me puede iluminar los días, llórame la lluvia de palabras dulces!
Me he precipitado en un instante sumamente efímero en el ocaso de tus ojos. Maldita, me embrujas: ¡Que esa noche clandestina y perenne venga a mí, sin melancolías ni tristezas! ¡Que ese cielo estrellado que tu gobiernas cubra todos mis momentos, y si tu alegría no me puede iluminar los días, llórame la lluvia de palabras dulces!
Y así, tal como vino, se fue. Y así, me sigue flotando el recuerdo caprichoso, pululando a mi alrededor, como la niebla fina un día de otoño.
miércoles, 15 de julio de 2015
II
Egoísmo.
Del cielo cayó una estrella a mi mano, muy lentamente, como si fuera una lágrima derramada que surcara la mejilla del infinito cielo. La acerqué a mis labios y probé de su sabor. Me da fuerzas saber que hasta los mayores entes cósmicos sufren de pasiones que desgarran lo más profundo de su ser.
Soy así de egoísta.
Del cielo cayó una estrella a mi mano, muy lentamente, como si fuera una lágrima derramada que surcara la mejilla del infinito cielo. La acerqué a mis labios y probé de su sabor. Me da fuerzas saber que hasta los mayores entes cósmicos sufren de pasiones que desgarran lo más profundo de su ser.
Soy así de egoísta.
I
Amor
No me pidas que te quiera, porque hoy no puedo. No me lo pidas, que mi amor está enterrado en el verano de tu pecho, esperando florecer una nueva primavera.
No me pidas que te quiera, porque hoy no puedo. No me lo pidas, que mi amor está enterrado en el verano de tu pecho, esperando florecer una nueva primavera.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)